Crack
Leave a commentApril 13, 2021 by palombo17
Es miércoles, volteo a ver mi reloj del escritorio que marca las 11:38 de la mañana, me queda mucho tiempo para mi entrega de las 5 pm y decido a salir a pasear.
Camino por el camellón para comprar un café y una dona a una cafetería que tenemos a tres cuadras de la oficina donde se juntan toda clase de intelectuales a leer, escribir o solucionar el mundo taza tras taza.
Mientras camino hacia el café, escucho un rugido espectacular que me recuerda al sonido de un madreo haciendo contacto con una recta, cuando le das en el punto suave donde sabes que salió linda sin voltearla a ver, o quizá era un acorde de guitarra eléctrica de los buenos, de esos que solo Santana podía tocar con regularidad. Otro paso y regreso al mundo real para darme cuenta de que había pisado una hoja seca de esas que crujen y nos recuerdan porque merece la pena esperar cada otoño, porque pisar una hoja en su punto es lo más similar a tocar un gran acorde, cantar una nota elevada, dar un batazo en el lugar correcto o escuchar al Azteca gritar un gol de México.
Pido un café en método v60, abro el periódico de deportes y espero quince minutos mientras paso por las páginas repletas de información de los partidos de la semana y uno que otro artículo que cuenta por qué este sí fue el último año de Tom Brady y CR7 ya estaba en decadencia.
Al fin llega mi bebida y dona, que estoy convencido me estaban haciendo ojitos desde la bandeja de Daniela la barista, mesera y amiga que siempre me atiende. Compruebo para mi sorpresa que la dona está recién hecha, calientita y lista para ser devorada, pruebo mi café y decido a ir a dar la vuelta por la cuadra mientras disfruto de la dona y el cafecito con leche.
Caminar sin celular en esta ciudad es una especie de retorno al 4k, voy interesantísimo disfrutando mientras veo personas de todo tipo, gente apresurada llegando tarde, corredores desde el gordito obligado hasta el maratonista frustrado, ciclistas de todos los estilos, variedad de comida ambulante y uno que otro despistado que ya se dio cuenta que el tiempo es muy poco y solo está observando.
Regreso a la oficina después de mi andar con el tumbao que solo tienen los que van despreocupados.
Después de lo que calculo que había sido una vuelta de 45 minutos y un sinfín de cadáveres de hojas destrozadas, regreso a mi oficina a seguir con el reporte y me doy cuenta que el famoso reloj me jugó una mala pasada, y ahora solo tengo dos horas y media para acabar mi reporte. Empiezo a sudar frío de los nervios, pero decido relajarme y empezar a trabajar para no acortar más el tiempo que me queda.
El reporte lo acabo a tiempo y resultó ser una gran presentación. Solo me queda pensar en todas esas horas gratis que nos regalan nuestros relojes cuando el tiempo puede parecer caprichoso.